06/01/2014

Las manos, el trabajo y el cerebro

El hombre se especializó en el cerebro y por su desarrollo evolucionó

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El hombre se especializó  en el cerebro y por su desarrollo evolucionó; si el cerebro humano no permitiera elaborar una representación del mundo exterior y extraer conclusiones hace mucho tiempo el hombre hubiera desaparecido.

El hombre se diferencia de los mamíferos vertebrados más próximos por las características morfológicas y funcionales del cerebro, la capacidad de realizar un movimiento único y excepcional que es la oposición del dedo pulgar con respecto a los otro cuatro dedos de sus manos, la risa inteligente, el lenguaje comprensivo y expresivo, la posibilidad de elaborar  pensamientos abstractos y simbólicos y una esperanza de vida cada vez mayor.

Las manos tienen una representación funcional muy extensa comparativamente con el resto del cuerpo en la corteza de nuestros cerebros con neto predominio de los dedos pulgares.  El trabajo manual es irremplazable e insustituible en la construcción de lo cotidiano con sus frutos visibles e invisibles; casi todo proviene del trabajo manual.

Detrás de toda la actividad creadora de la persona humana está la acción de las manos que trabajaron.Las manos son aliadas indisolubles del cerebro que las hace mover y siempre la acción deriva de un pensamiento en acto y su actividad en lo físico es el resultado del algún conocimiento técnico o intelectual previo.

Lo primero  es el contenido mental de un pensamiento complejo que desciende a los dedos de las manos para que éstas elaboren una realidad física. No hay arte que no esté mediatizado por el accionar de las manos; nada es sin el trabajo manual. Las manos son la fuerza y las herramientas universales del hombre que le han posibilitado el trabajo civilizador, crear su entorno, producir objetos con utilidad funcional o artística, actuar en la modificación de la naturaleza.

“El patrimonio de un hombre pobre estriba en la fuerza y destreza de sus manos; el impedir que emplee esa fuerza y esa destreza de la forma en que él crea más conveniente sin perjudicar a nadie es una violación flagrante de la más sagrada de las propiedades. Es una manifiesta usurpación de la justa libertad tanto del trabajador como de los que podrían estar dispuestos a emplearlo” (Adam Smith en “La riqueza de las naciones”; 1776)

Sin embargo, el progreso científico y técnico en diversos campos como la energía nuclear, ingeniería, genética, electrónica, automatización, robótica, informática, telecomunicación, computación que se viene desarrollando cada vez a mayor velocidad desde la segunda mitad del siglo XX  está provocando una desvalorización del trabajo manual, transformaciones en los métodos y técnicas de producción, en la composición de las clases sociales, en las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales mucho más intensa de la que se experimentó con la invención de la máquina hacia fines del siglo XVIII. Esto nos está obligando a elaborar un nuevo esquema explicativo de la sociedad, modificar los conceptos de capitalismo y socialismo, los términos capital y trabajo, de burguesía y proletariado que ya no tienen el mismo significado. La fuerza del trabajo, cada vez más, está siendo sustituida por la ciencia y la técnica como la principal fuente de la fuerza productiva.

La clase obrera históricamente nunca llegó a ser mayoritaria en las sociedades avanzadas y no superó más del 40 por ciento de la población activa pero de cualquier manera su número era elevado y esa era la condición de su fuerza combativa, se veía en ella el sujeto histórico del cambio. La transformación de la producción desde el advenimiento de la revolución tecnocientífica hizo y hace que cada vez sea menor el número de obreros necesarios; el capital fijo o sea la máquina predomina sobre el capital variable o mano de obra; las máquinas sustituyen a los hombres y los robots sustituyen a las máquinas.

La clase obrera en las sociedades avanzadas del siglo XXI  alcanzará sólo el 5-10 % de la población activa, la declinación será más intensa de lo que fue el campesinado durante la primera revolución industrial y urbana.

El trabajo manual y el esfuerzo físico se hace cada vez más superfluo, su lugar es ocupado por el trabajo intelectual de profesionales, técnicos y supervisores. La compleja tecnificación y el proceso de producción y comercialización actual exige más educación especializada y formación técnica para la gestión; cada vez más la inversión de la fuerza del trabajo intelectual es la condición necesaria y suficiente para crear riqueza.

Las manos y la cabeza no están separadas aunque la sociedad siempre valore más la cabeza. Hay una relación estrecha entre la cabeza, las manos y la emotividad del ser humano; están integrados el pensar, el sentir y el hacer.

La acción y el resultado del proceso y el producto final del trabajo hecho con las manos siempre fueron subestimados. No hay memoria de los obreros y nadie recuerda a los anónimos constructores. Millones y millones de esas manos contribuyeron a edificar la estructura material de las culturas.

Los obreros han sido y son constructores de historia pero casi siempre fueron silenciados, abusados, explotados, desvalorizados y relegados a una acción anónima, subterránea, invisible y mecánica. Hay una supuesta toma de posición acerca de que la intelectualidad es lo opuesto a la manualidad; esto es sólo una construcción social en la que el sector que tiene poder, privilegios  o es dominante delega el trabajo pesado a los sectores populares dominados.

En la antigüedad el trabajo manual era considerado trabajo de esclavos y eran despreciados los trabajadores manuales que además no tenían ciudadanía política y no se les reconocía y se les negaba la capacidad de elaborar pensamientos abstractos.

Cualquier construcción es la combinación de inteligencia y esfuerzo. Hay relaciones entre lo material y lo social, entre lo concreto y lo abstracto; desgraciadamente muchas veces se desprecia la praxis.

Seguimos padeciendo la esclavitud moderna (30 millones en el mundo actual; ONG australiana/ Walk Free Foundation) consistente, entre otros, con la trata de personas, los matrimonios forzados, la venta y explotación de niños y la servidumbre sexual o doméstica como pago por deudas. Las víctimas tienen su libertad negada y son usadas, controladas y explotadas por otra persona con fines de lucro, sexo o, simplemente, por la emoción de la dominación. Esta esclavitud es poco conocida y permanece oculta en casas de zonas residenciales y también en lugares de trabajo.

Actualmente, en el oeste africano y el sudeste asiático se perpetúan sistemas de “esclavitud hereditaria”. En otras zonas, las víctimas son secuestradas y vendidas para trabajos o matrimonios forzosos. Un tercer grupo ha sido engañado con promesas de una educación o un trabajo mejor. Los nuevos grilletes, las “cadenas” de la nueva esclavitud no siempre son físicas. El miedo, el aislamiento y las deudas se usan para retener a una persona contra su voluntad.

La actividad creadora, el uso de la cabeza y de las manos no puede darse en un mundo alucinado, oprimido o carente de libertad; la creatividad se basa en la reestructuración permanente de los datos elementales preconscientes que están en la base de todo gran descubrimiento o de toda creación artística de envergadura.

La actividad creadora queda, muchas veces, impedida de realizarse por la mala o incompleta formación, por la falta de habilidad técnica, por la naturaleza paradigmática del conocimiento que se ha incorporado y utiliza, por miedo a la heterodoxia, por no poder escapar a los cánones de una ciencia, de un arte o de una técnica incompleta, por angustia generada en la insatisfacción producida por la relativa efectividad de esos conocimientos.

Actualmente, el poder defensivo y el nivel de desarrollo de un país depende, en gran medida, de la capacidad creadora de sus hombres de ciencia y sus tecnólogos, que no difiere sustancialmente de la del artista; en ambos casos se vincula creatividad y pensamiento.

La creación es una superestructura que oculta los componentes inarticulados simbólicos; el trabajo angustiante y doloroso de un encorvado obrero; el regocijo casi infantil ante el logro obtenido; la rabiosa comprensión de que la obra es inferior a lo soñado.

Si no conseguimos que el hombre cambie mejorando su naturaleza; si no capacitamos a cada generación para que transmita adecuadamente los conocimientos que posee a la venidera y si no ponemos en libertad el potencial creador de cada hombre, la cultura de nuestra civilización puede considerarse fracasada.

No hay creación sin formación, sin conocimiento y empleo de las técnicas, es decir, dominio del oficio; sin dura, tenaz y rigurosa disciplina; sin trabajo, sin sudor, sin una dosis de irracionalidad, sin una tensa implosión de la realidad, sin respeto por uno mismo y sin la intención de escrutar los propios fantasmas.

La actividad creadora es una de las respuestas que organiza el caos, que da direccionalidad a la existencia, que reencuentra los fundamentos del constructo de la humanidad, que da sentido a la vida. El creador es una figura contradictoria en la que sobresalen lo instintivo y lo apolíneo, el subconsciente ciego y la razón luminosa; lleva en sus flancos incurables heridas y su tiranía es el uso casi absoluto de la libertad. La creatividad implica un deber ético en los pueblos en vías de desarrollo; ellos deben decidirse a pensar por ellos mismos. El conformismo inhibe la capacidad de creación sumada a la soterrada “ayuda” que nos proporcionan las redes informáticas constructoras del pensamiento único.

Ser original e independiente exige un esfuerzo casi heroico; exige apartarse de la vida presurosa, del conformismo, de la banalidad, del ruido sin sonido. La creatividad no es una simple reorganización de las ideas sino que es, también, tránsito por un camino de evolución y enriquecimiento que supone ampliación de horizontes, apertura de puertas a nuevas empresas con un gran esfuerzo de síntesis, desafiando los presupuestos del pensamiento, el desorden y el desequilibrio.

Tanto el creador artístico como el científico son personas capaces de creación de tipos estéticos. El hombre capaz de crear es aquel que en lugar de negar su personalidad, aspira a poseerse él mismo por entero con sus armonías y disonancias, se fascina con la paradoja y la contradicción, sabe que tras una confusión hay un orden no encontrado.

Uno de los mayores obstáculos para la creatividad, la transformación y el cambio son las defensas y el miedo del grupo social frente a lo nuevo y esto se origina en inconscientes angustias colectivas. Crear es querer apropiarse del misterio y develarlo; es combatir más allá de las fronteras atisbando un porvenir a través de un horizonte ilimitado. Es necesario el vínculo pasional para la actividad creadora y el trabajo.
Cuando el trabajo no puede usarse como poder sobre otro, como soporte económico para subsistir, como obligación inexcusable, como vínculo alienante con las manifestaciones de la vida que nos rodea o porque estamos coartados o “quemados” por el medio o por el odio al trabajo, se genera la imposibilidad de sublimar o aceptar sin resignación lo que deviene en degradación y retorno  intrasomático con producción de enfermedad y caos.

El trabajo y la actividad creadora es posibilidad de apertura para seguir teniendo proyectos; para insertarse en ellos, a pesar de que muchas veces el  ámbito laboral convencional sea negativo y aún cuando los espacios sociales habituales claudiquen o se deterioren.

Cuando la perspectiva del tiempo comienza a ser tomada más en función de lo que falta por vivir y surge la conciencia de la finitud, más intenso debería ser el activismo, el entusiasmo que no sólo proviene  de lo interno sino también de cuánto hay de creativo o de identitario en el acto de trabajar. Antes, mucho antes, de pensar en las posibles alternativas de despedirse de la vida con engreimiento, rezongo u honesto silencio y el aceptar el componente letal de la vida que es la pulsión de muerte, es bueno y trascendente justificar con actos creativos y buen trabajo nuestra propia historia individual.

La capacidad a tiempo y en forma para reconocer la finitud de la existencia y aceptar la pena que este descubrimiento produce, es quizás, el logro psicológico más grande. Esto implica la aceptación de los límites de las capacidades físicas, intelectuales y emocionales en una síntesis que amalgama las adquisiciones con el enriquecimiento que acompaña al ejercicio de un sistema de ideales y valores. Es el momento en que se puede vislumbrar el resultado victorioso de la personalidad total durante la vida vivida.

Muchas de las frustraciones personales o colectivas, la desgana y la bronca en o por el trabajo se deben a que, muchas veces, las instituciones no funcionan bien porque no hay políticas institucionales o éstas están envejecidas; porque los salarios son bajos; porque no hay expectativas ni posibilidades de ir ascendiendo en un status profesional, técnico o simplemente laboral porque no hay carrera; porque los roles y funciones no están legitimados; porque la rutina y la cadena de “mandos” asfixia la creatividad e impide y sanciona la opinión porque se considera transgresora o desestabilizadora.

Si estos supuestos se dan aislados o interactúan las personas, el recurso más importante de cualquier institución o empresa, se “desmotiva” para la tarea, la profesión o el puesto de trabajo; no hay desenvolvimiento del sujeto o del grupo; todo y todos “se mueren” por haber perdido la motivación que significa tendencia, apetencia, incitación o movimiento hacia algo. Previamente, surge el cansancio (la fatiga, la astenia) cuya presencia puede llevar al trastorno orgánico, psicológico, psiquiátrico o psicosomático de las individualidades y a la enfermedad institucional.

Esta fatiga, pronta y fácil, se presenta al inicio mismo del esfuerzo físico o intelectual al asumir la jornada laboral; se pierde el gusto y el interés por la tarea y se universaliza la desgana. La motivación es toda condición interna en el individuo que le impulsa a la acción o al pensamiento; ésta influye sobre la voluntad para trabajar y hacer; la cantidad de energía para gastar en la tarea depende de la motivación que se encuentre en el trabajo. La energía para trabajar no está almacenada en el hombre, se obtiene a partir de la motivación; tampoco la energía se agota por el trabajo, sólo se gasta la parte asignada a una tarea determinada; la motivación controla la distribución de esta energía. Cuanto más elevada es la motivación más energía puede obtenerse y menor es la fatiga producida.

Fuentes:

  • “La actividad creadora”; Strejilevich, L.; El Tribuno Revista, No. 487, pág. 9; 14 de diciembre; Salta; 1986.
  • “Trabajadores de la salud. sin voz ni voto”; Strejilevich, L.; El Tribuno Revista, Salta, No. 490, domingo 04 de enero, págs. 8-9; 1987.
  • “Medicina social. La salud del trabajador”; Strejilevich, L.; El Tribuno Revista; Salta, domingo 11 de diciembre; págs. 6-7; 1988.
  • “El vacilar de las cosas”; Sebreli, Juan José: Editorial Sudamericana, Buenos Aires; 1994.
  • “La universidad que los argentinos necesitamos”; Diario El Tribuno; pág. 2; Salta; 06 de junio; 2005.
  • “La tarea de trabajar, la imposibilidad de hacer”; Diario El Tribuno; pág. 2; Salta; 25 de julio; 2006.
  • “Estudiantes universitarios”; Diario El Tribuno; pág. 2; Salta; 31 de julio; 2006.
  • “La verdadera misión de los profesores universitarios”; Diario El Tribuno; pág. 2; Salta; 08 de agosto; 2006.
  • “Cosas y actividades inútiles”; Diario El Tribuno; pág. 2; Salta; 14 de noviembre; 2006.
  • “El arte de construir”; Diario El Tribuno; pág. 2; 26 de febrero; 2007.
  • “Aprender y enseñar”; Diario El Tribuno; pág. 2; 10 de marzo; 2007.
  • “La actividad creadora”; Diario El Tribuno; pág. 2; 13 de junio; 2007.
  • “Actividad creadora y trabajo”; www.culturasalta.gov.ar Revista Cultura/Región; Sección Expresión americana/ensayos; 12 de noviembre; 2008.
  • “El intelecto vs. la imaginación”; Revista Ñ, Revista de Cultura Clarín; 15 de noviembre; pág. 4; 2008.
  • “Divagando sobre la cultura”; www.elintransigente.com.ar; 07de junio; 2009.
    Enero 06 de 2014

Por Leonardo Strejilevich


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